¡Qué imbécil es aquél que habla de felicidad como algo asequible! Como la lluvia escasa que cae y no termina de menguar el fuego que devora un bosque, como una ráfaga de viento que pega en nuestras caras haciéndonos pensar que podemos volar, como la inocencia de un niño que no distingue lo positivo de lo negativo.
Mas no es cuestión de evaluar su condición, sino cuestión de evaluar su definición...pobre, insulsa, tendenciosa y superflua.
¡Qué imbécil es aquél que piensa que la felicidad es la meta ulterior de la condición humana!
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