Unos débiles párpados que dilatan sus tiernas pupilas ante un mundo que no les ofrece mas que lo asfixiante, un malfuncionamiento, un mal congénito, una decisión ajena. Una pena avasallante que no tarda ni siete minutos en volverse una impotencia eterna, una melancolía vigilante que piensa disfrazarse de alegría pero sus ropas la identifican como aflicción. Se trazan destinos incompletos que no se deben explicar, que no se deben ni mencionar, se trazan como una distante tribulación que se contagia con el soplo de la mirada.
2.27.2010
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